miércoles, 24 de abril de 2024

Reseña + Entrevista: Yeguas exhaustas de Bibiana Collado Cabrera

Idioma original:
español
Año de publicación: 2024
Valoración: Muy recomendable
 
Creo que es bastante evidente que en los últimos años se han venido diversificando las voces que conviven y dialogan en la literatura española (aunque obviamente aún quede mucho camino por recorrer), en primer lugar y sobre todo por la necesaria incorpración no solo de obras de autoría femenina, sino también de textos que presentan experiencias y perspectivas femeninas (y feministas, lo que no es necesariamente lo mismo). Dentro de esta creciente diversidad de voces y de experiencias, Yeguas exhaustas ofrece un cruce muy interesante, y mucho menos habitual de lo que debería ser habitual, creo: el de la perspectiva de género con la perspectiva (o conciencia) de clase. En una literatura fundamentalmente burguesa (aren't they all), se propone rescatar y reivindicar la memoria y la dignidad de los (y sobre todo las) de abajo, partiendo de una narrativa personal, pero con clara intención de representatividad.

Yeguas exhaustas es un ensayo, crónica, diario o autobiografía narrada por Beatriz, una chica afincada en la Comunidad Valenciana, descendiente de andaluces, de clase trabajadora, que actualmente trabaja como profesora aunque anteriormente ensayó un camino en la investigación académica. Muchos de estos rasgos coinciden con los datos biográficos de la autora, Bibiana Collado, como confirman las biografías que se pueden encontrar online. Con todo, hay en el texto una clara decisión de desligar la obra de la pura autobiografía, a través de la creación de ese personaje intermedio, Beatriz, cuyas experiencias pueden ser o no idénticas a las de la autora, y que en un nivolesco capítulo final llega de hecho a dialogar con su creadora. Así, Yeguas exhaustas se propone, creo, como un complemento del Cambiar de idea de Aixa de la Cruz, que se situaba más próximo de las memorias, añadiendo una capa de ambigüedad en cuanto a su estatuto de verdad/ficción, y añadiendo también una perspectiva de clase que se cruza con la de género, central en ambas obras.

Porque estas son, sin duda, las dos coordenadas a partir de las cuales se puede y debe entender la experiencia de Beatriz, y también la propia posición de la novela en relación con el canon literario español: la clase y el género. Beatriz es una personaje y narradora radicalmente situada en su clase, en sus orígenes de madre limpiadora de casas y de familia andaluza inmigrante en Valencia. Sus referentes, sus gustos, su formación y también sus conflictos y dudas provienen de esa marca de clase, que puede ser aparentemente indetectable, pero que resurge a la hora de separar a aquellos que tienen derecho a ocupar ciertos espacios y ciertas posiciones de poder o de habla, de quienes no tienen ese privilegio, sea en el mundo académico, artístico o literario. De ahí, también, muchas de las dudas, miedos y arrepentimientos que la narradora va sintiendo y anotando en el texto a medida que lo escribe: quien ocupa un lugar subalterno está obligado a dudar sobre su capacidad o su legitimidad para hablar o para decir según qué cosas. De ahí, también, el tono conversacional del libro, que puede resultar chocante al principio, por parecer "poco literario", pero que creo que responde igualmente a un cuestionamiento consciente de, precisamente, lo que llamamos literatura y arte (y por quién y para quién se crea ese arte).
 
Hay por lo tanto en el texto una reivindicación de los referentes y de la cultura popular (metonímicamente representada por Camela) que sin embargo no lleva, creo, a un cerramiento o retroceso ideológico como el que representa Ana Iris Simón, sino a una propuesta de relectura más igualitaria de la cultura y del arte. Esta conciencia de clase, y particularmente la defensa de la dignidad de las mujeres de clase trabajadora (las "yeguas exhaustas do título"), encarnada en la madre de la narradora, me ha recordado a la de La mala costumbre de Alana Portero, que comparte varias preocupaciones con estas Yeguas exhaustas, a pesar de que las vivencias de las protagonistas de ambas novelas difieran en muchos otros aspectos. 

Además de la clase, la segunda coordenada que atraviesa la novela es el género: Beatriz no solo siente los condicionamientos derivados de ser de origen trabajador y rural, sino también los que se relacionan con ser mujer en una sociedad patriarcal y en la que la violencia (de diverso tipo) sigue siendo un arma de subyugación de las mujeres. De hecho, una parte relevante de la novela muestra la relación abusiva mantenida por Beatriz con un hombre mayor que ella, que utiliza todo tipo de herramientas de manipulación y control, desde la humillación y la infantilización, hasta los gritos o la amenaza de la violencia física. La novela no explica exactamente cómo o en qué momento consigue Beatriz romper ese vínculo tóxico y destructivo; por suerte, una serie de capítulos intercalados, publicados en páginas de un tono más oscuro que el resto, nos la muestran un tiempo más tarde, en el momento de escribir el texto que estamos leyendo, en una relación saludable con otro hombre. 

No quiero extenderme más, entre otras cosas porque a continuación viene la entrevista con Bibiana Collado, que dice cosas muy interesantes. Termino, así, recomendando que leáis Yeguas exhaustas, una más que bienvenida adición al coro de las voces que componen la literatura española contemporánea.



martes, 23 de abril de 2024

Miriam Toews: No dejar que se apague el fuego

 


Idioma original:
inglés.
Título original: Fight Night
Traducción: Julia Osuna
Año de publicación: 2023
Valoración: recomendable

Perdonad que a estas alturas crea conveniente eludir estereotipos recientes como eso del empoderamiento que, en mi honesta y absolutamente criticable opinión, solo hacen que esconder una actitud de tolerancia condescendiente que blanquea la caduca superioridad moral tras la que se insiste en enfatizar logros como si hiciera falta cierto pulgar arriba. Que No dejar que se apague el fuego (curiosísima traducción del título) sea una novela que refleja el devenir de tres generaciones de mujeres que conviven en una casa en algún lugar del Canadá es una mera anécdota o un mero punto de partida situacional para una notable obra. Casi al uso de algún tipo de narrativa costumbrista, donde percibiría tanto aromas de literatura popular (lo siento, esa complicidad intergeneracional me recuerda cosas como Manolito Gafotas) hasta ciertas subtramas que me recuerdan a Junot Díaz. El caso es que a su autora, Miriam Toews, me cuesta identificarla - salvo las referencias a la comunidad menonita - como la misma que escribió  Ellas hablan, novela que me decepcionó algo y en la que la autora usó un rango de alcance más modesto.

Por el contrario, aquí estamos fuera de las claustrofóbicas comunidades religiosas ancladas en el pasado y ese cambio de entorno se agradece. Fuera del hábitat opresivo de creencias anquilosadas y ancladas en el pasado, aquí asistimos a un estimulante ejercicio que muestra a tres generaciones resueltas a ejercer dominio sobre el presente, y esa determinación aporta frescura a la narración que, a pesar de cierto componente de trágica cotidianeidad, resulta curiosamente teñida de humor y desparpajo, casi se diría que se desprende cierta sorna de esa curiosa convivencia, entendemos, obligada por cierta precariedad. Toews organiza un curioso triángulo donde Elvira, la abuela, y Swiv, la nieta de nueve años, interactúan en un diálogo algo caótico en una primera parte, mientras la generación intermedia, la madre, embarazada en su tercer trimestre, muestra una presencia más discontinua. Swiv ha sido expulsada del colegio y su abuela se está encargando de ella mientras la madre, actriz de escaso éxito, va y viene de forma atribulada. Espectacular omisión del rol masculino. Del padre nada se sabe. 

Lo que es curioso es que, a pesar de esa anárquica puesta en escena, la novela se concreta y se vislumbra sin la necesidad de un esqueleto argumental al uso. De hecho, parece más una buddy movie en que abuela y nieta se desafían y se retan constantemente, especialmente cuando Elvira relata sus hechos vitales, siempre en lucha contra la opresión social a la que parecía abocada, mientras la nieta, lenguaraz, aporta su réplica en una especie de reivindicación de que, dos generaciones después, no hay motivo de explicación o justificación.

lunes, 22 de abril de 2024

Jorge Volpi: Una novela criminal

Idioma original: español

Año de publicación: 2018

Valoración: muy recomendable

Una mañana de diciembre de 2005, las televisoras interrumpen su transmisión habitual para hacer un enlace en vivo con un corresponsal ubicado en la carretera México-Cuernavaca, a las afueras de la ciudad. La Policía Federal está por realizar un operativo para ingresar a una supuesta casa de seguridad donde, según la información obtenida por el equipo de inteligencia, se encuentran personas secuestradas. Las imágenes muestran a los agentes de la Agencia Federal de Investigación (AFI), encapuchados y equipados con armas largas, traspasando el portón y desplegando sus unidades por toda la finca, sin encontrar la menor resistencia. 

El audaz reportero, sin importarle su propia integridad, sigue a los encapuchados a través del patio de la finca, los cuales ingresan al cuarto de servicio, donde se ve que la acción ya había comenzado. La cámara muestra cómo los agentes de la AFI someten a un sujeto moreno de pelo corto, en estado deplorable, mientras el reportero hace una descripción detallada de los hechos. Uno de los agentes toma por el cabello al presunto secuestrador y levanta con brusquedad su cara para que pueda ser vista en vivo por millones de mexicanos. La cámara hace un recorrido exhaustivo por el desordenado cuarto, hasta posarse de nuevo de manera momentánea en la cama sobre la cual reposan varios rifles de asalto. El equipo de reporteros continúa su recorrido hasta encontrar a otra persona encogida en un rincón del cuarto, cubierta completamente con una cobija, la cual, al ser retirada por uno de los agentes, revela a una mujer pelirroja de tez pálida y rasgos afilados. El reportero interroga a la mujer (creo que ya está quedando claro lo absurdo de la situación) acerca de su relación con el hombre anteriormente sometido por los policías, que después sabremos es el líder de la banda, Israel Vallarta. La mujer, con el semblante descompuesto por el pánico, niega cualquier relación con Israel y dice desconocer por completo que en ese domicilio se encuentren personas secuestradas, pero es detenida igualmente. Lo que más llama la atención de la güera es su marcado acento francés, Florence Cassez.

Lo que pretendía ser el heroico rescate de unas víctimas de secuestro y el desmantelamiento de una de las bandas de secuestradores más peligrosas del país por parte de la recién creada AFI, resultó ser uno de los episodios más infames del periodismo mexicano. Televisa, la cadena de televisión más grande de México, en colusión con la Policía Federal, fue partícipe de un montaje televisivo que tendría repercusiones políticas, a tal grado de tensar las relaciones diplomáticas entre México y Francia al punto de ruptura, y abriendo viejas heridas producidas por las múltiples invasiones del imperio francés a la soberanía mexicana. 

Jorge Volpi desentraña en esta novela sin ficción (como él la llama) lo que a la postre sería conocido como “El caso Florence Cassez”, el cuál exhibiría ante los ojos del mundo (ahora ya incluso hay un documental en Netflix) lo surreal que es la impartición de justicia en México. Fabricación de evidencia, tortura de testigos, manipulación de la información, etc., todo esto combinado con la más vil y vulgar estupidez de aquellos encargados de establecer el orden. Volpi reitera en varias ocasiones que su libro es una novela “sin ficción”, sin embargo, no tiene reparos en llenar, desde la barrera de la ficción, todos los huecos (que no son pocos) que hay en este magullado caso. Fuera de eso, la novela no podría estar mejor documentada. La revisión de los expedientes es exhaustiva. Volpi incluso se entrevistó personalmente con los involucrados y con sus familiares, así como con los abogados y todas aquellas figuras del ámbito periodístico y jurídico que le pudieran aportar información.

A pesar de que este libro se acerca más al documental que a una obra de ficción, la impecable narración de Volpi hace que su lectura se disfrute como si fuera una novela policiaca (en el buen sentido del término). Lo que añade profundidad al libro es el hecho de que quienes presenciamos el desarrollo del caso en tiempo real, nos forjamos nuestras propias ideas y teorías sobre él. Descubrir detalles que no se hicieron públicos en su momento funciona perfectamente como un giro argumental post hoc. Si acaso, el único reparo que le pondría al libro es que aquellos que no estén familiarizados con el caso (no estoy seguro de qué tanto trascendió fuera de México y Francia) no lo podrán disfrutar al cien por ciento. Si sirve de algo, pueden empezar viendo el video que les dejo abajo para que se den un quemón del marranero que se hizo alrededor de esta historia.

Por cierto, para 2023, Cassez se encontraba viviendo libremente en Dunkerque, Francia, junto a su hija. Israel Vallarta, sus supuesto cómplice y líder de la banda de secuestradores “Los Zodiaco”, lleva 17 años en prisión preventiva, aún sin sentencia. Qué gran diferencia cuando no tienes al presidente de tu país para sacarte de la cárcel.

Caso Florence Cassez: 13 de febrero de 2006


domingo, 21 de abril de 2024

Alberts Bels: La Jaula

Idioma original: Letón
Título original: Büris
Año de publicación: 1972
Traducción: Rafael Martín Calvo
Valoración: Bastante recomendable

La "contra" de este libro me recordó a La pesquisa de Juan José Saer. Terminada la novela, creo que hay algo de ese Saer, pero los principales nombres que me vienen a la cabeza son Kafka y Dostoyevski. ¡Toma ya!

Porque La jaula parece ser inicialmente una novela negra / policíaca, pero acaba convirtiéndose en un alegato en favor de la libertad individual en un mundo "estandarizado". O, mejor dicho, en un mundo en el que caminamos por senderos marcados, creyendo gozar de una libertad que solo abarca el perímetro de la jaula invisible que nos rodea. Por un lado, la jaula como metáfora, como aquel insecto, aquel castillo o aquel proceso del genio checo; por otro lado, la culpa, los dilemas morales, los propios actos como prisión autoimpuesta del genio ruso.

Estamos en 1972, en la RSS de Letonia y hay que pasar la censura como sea. De ahí, quizá, la opción del autor por un comienzo al más puro estilo "novela de misterio". Porque habemus desaparición de Edmunds Berzs, arquitecto de éxito, habemus investigación al mando del inspector Struga y habemus también misterio resuelto. Y habemus unos primeros capítulos centrados en la descripción física y psicológica de Berzs, de Edite (esposa de Berzs) y de Struga, pesquisas, pistas, sospechas, indicios, etc. 

Pero algo nos hace ver que la novela tomará otro rumbo: ciertas similitudes, jugueteos con la figura del doppelganger, etc. Es lo que ocurre a mitad de la novela. Hay un giro, un instante en el que el autor pega un volantazo a partir de cual lo que ha podido ocurrir con Berzs (¿con su cadáver?) pierde importancia. 

La novela gira de lo policial a lo puramente psicológico, se vuelve mucho más opresiva y asfixiante. Victimario, investigador y víctima ocupan el centro de la novela y sus reflexiones, disquisiciones, dilemas, decisiones acerca de la sociedad, del papel e influencia de esta en la individualidad se convierten en el quid de la cuestión.

Todos somos hijos de una sociedad, como las nueces de un nogal. El gusano entra en algunas y devora nuez, dejando un vacío. El viento derriba algunas antes de que maduren. (...) Todos somos tan parecidos y , sin embargo, tan diferentes en nuestro ser.

Toda novela es algo tramposa. La jaula también lo es. Juega con nosotros y con los censores (a veces dudo si leyeron la novela al completo) y convierte lo que parecía una buena novela policial, pese a cierta sensación de algo ya leído, en una muy buena novela filosófico-existencial. 

sábado, 20 de abril de 2024

Jerzy Kosinski: Desde el jardín

Idioma original: inglés

Título original: Being There

Año de publicación: 1970

Traducción: Nelly Cacici

Valoración: se deja leer

Desde el jardín, del escritor polaco-estadounidense Jerzy Kosinski y novela célebre, sobre todo, debido al éxito que tuvo su adaptación cinematográfica (protagonizada por Peter Sellers), parte de una idea ingeniosa, sin duda, en su momento, hace más de 50 años, pero que me temo que hoy en día suena más que manida: Chance, un tipo que desde niño ha vivido encerrado en la mansión de un viejo ricacho, encargándose de cuidar su jardín (lo que viene a llamarse secuestro de menores y esclavitud, vaya) y sin más conocimiento del mundo exterior que el que le llega a través de la televisión, se ve arrojado, de un día para otro, a ese mundo que casi desconoce y con un mano delante y otra detrás...

Sin embargo, por un azar realmente muy azaroso Chance entra en relación con la élite financiera y política norteamericana y aun mundial, entre la que, merced a sus sencillos comentarios, su buena presencia y, sobre todo, su laconismo que le dota de un aura de inteligencia, es considerado por todos como un prohombre e incluso un gurú en asuntos económicos. Todo sin que él llegue a enterarse de por donde le da el aire, ni siquiera en lo referido a cuestiones más íntima -de hecho, se describen un par de escenas eróticas bastante chuscas a causa de ciertos malentendidos-; tanta candidez, por no decir estulticia, podría resultar inverosímil, si no fuera porque estamos ya acostumbrados a ver cómo alcanzan el éxito personajes que parecen más simples que un capazo (eso, o directamente son unos perturbados: ahí tenemos a un ex-presidente de EE.UU. que puede repetir en el cargo, del que no sabemos si resulta ser más sinvergüenza que megalómano o viceversa, a un presidente de Argentina que habla con su perro muerto y se compara a sí mismo con Lobezno... o, sin ir más lejos, a una presidenta de Comunidad autónoma española claramente ida y cuya vocación de frutera no le ha impedido rodearse de chorizos...).

Así pues, la novela se puede leer como una renovación irónica del mito de la caverna de Platón o el del buen salvaje. Incluso, si se quiere, del cuento aquel del rey desnudo al que sólo un niño se atrevió a decir la verdad. Porque, pese a que encontremos algún momento más jocoso y/o cargado de mala leche, en general el libro no deja de ser un relato alargado en el que incluso el sencillo estilo utilizado recuerda un poco al de los cuentos infantiles. Lo cual, seguramente, era la intención de su autor y bien que está conseguido, aunque, a estas alturas de mi vida lectora, el resultado se me ha quedado un poco escaso y, como ya he comentado, un tanto manido. Puedo entender el entusiasmo que provocó esta historia cuando apareció, en plena era hippy, pero no el que, por lo visto, despierta aún en algunos lectores/as. De ahí mi valoración, que quizás pueda parecer un tanto severa, aunque, en este 2024, creo bastante justa. 


Otros títulos de este escritor reseñados en Un Libro Al Día: El pájaro pintadoPasos

viernes, 19 de abril de 2024

Natalia Ginzburg: Valentino

Idioma original: Italiano
Título original: Valentino
Año de publicación: 1957 
Traducción: Andrés Barba
Valoración: Recomendable

Me gusta visitar de vez en cuando obras que en el pasado disfruté. Una autora que nunca decepciona cuando lo hago es Natalia Ginzburg. No sólo porque sus libros suelen ser bastante cortitos y por tanto ágiles de releer, sino porque el paso del tiempo jamás empaña su calidad.

Prueba de ello es Valentino, una novela breve que me ha deslumbrado tanto ahora como cuando la caté por primera vez hace años. Todo en ella es pura Ginzburg: la prosa, el tono, el ritmo, la trama, los personajes, los temas...

Trata sobre una familia pobre que ha depositado demasiadas expectativas en su hijo varón, un vividor y vago de cuidado. Este hijo se casará con una mujer rica, para disgusto de sus padres y hermana. Otra hermana, la narradora de la historia, relata cómo semejante decisión afecta a cada uno de los implicados.

Ginzburg, siempre alejada de la hojarasca estilística y los histrionismos narrativos, nos obsequia con una ficción sencilla (que no simple). A dicha ficción la caracterizan una prosa de un oficio tan innegable como invisible, el costumbrismo de su argumento, lo verosímiles que se antojan sus personajes, la sensibilidad que derrocha y la tristeza que evoca. Insisto: Valentino es pura Ginzburg. 


También de Natalia Ginzburg en ULAD: Aquí

jueves, 18 de abril de 2024

Jon Fosse: El otro nombre (Septología I)

Idioma original: noruego

Título original: Det andre namnet

Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun

Año de publicación: 2019

Valoración: Muy recomendable


Estas cosas a veces pasan, pocas veces pero algunas sí. Ahora ya sé que Jon Fosse es un autor bastante prolífico, que lleva como cuarenta años publicando novela, teatro y poesía, y candidato in pectore al Nobel desde hace tiempo. Pero yo, ignorante de todo esto, le descubro por pura casualidad, podríamos decir por intuición, en la estantería de cierta librería de la que he hablado varias veces. Un libro que parecía tener algo interesante, el primero de una septología (¡), algo que ojeando sobre la marcha tenía pinta de prosa moderna, fresca… El caso es que el libro pasa a la cola de los pendientes, y queda ahí en la balda colocadito cerca de otros autores nórdicos, como Enquist, Ulven o Kivirähk. Y de repente, resulta que le dan el Nobel. Por una parte, me siento un poquito orgulloso de mi olfato literario, y por otra algo avergonzado de haberle tenido cogiendo polvo tanto tiempo.

La citada septología es una de sus obras más recientes, iniciada en 2019, y la que tenemos aquí, la primera de sus entregas que, por lo poco que sé, parece muy influenciada por algunas experiencias personales en relación con el alcohol y la religión.

El monólogo interior es un recurso narrativo del que yo creo que se ha abusado un tanto. Quizá seduce a algunos autores porque, aunque es ya bastante antiguo, conserva una apariencia moderna, más aún si se fuerzan un tanto las reglas de la sintaxis o se escamotean signos de puntuación, por ejemplo. Además, parece algo fácil de utilizar, suficiente con largar parrafadas mezclando muchas cosas, dejar fluir el pensamiento y generar una sensación de confusión e intensidad. El resultado no siempre es bueno, pero cuando se consigue, la lectura se hace sugerente y la información va calando de forma penetrante.

Jon Fosse lo hace muy bien. Su monólogo se funde a ratos con un relato en primera persona, y en él encontramos reflexiones, recuerdos, deseos, tal vez sueños, escenas reales, sin que sea posible, y es uno de sus grandes logros, determinar a cuál de estos grupos pertenece lo que se cuenta. Se presentan simultáneamente en un mismo relato, de apariencia coherente, distintas posibilidades de una misma vida, las opciones que se abandonaron y las que el destino convirtió en imposibles, todo protagonizado por un único personaje que se desdobla, se observa a sí mismo o a su otro yo posible, e interactúa en aquellos otros escenarios, pasados o imaginados, quizá intentando enmendarlos, o solo para rememorarlos. Si quieren, la monserga de la autoficción, sí, pero que cuando se le hace funcionar de verdad es una opción tan válida como otra cualquiera.

El pintor que colocaba los cuadros vueltos contra la pared hasta no haber encontrado en ellos la luz que buscaba, el alcohólico al borde del colapso, el hombre que perdió a su pareja y que no recuerda si tuvo un hijo o solo lo deseó, uno y varios personajes que desde sus pequeñas casas aisladas parecen ser atraídos hacia la ciudad, donde quizá se encuentre el nudo donde se reúnen todas las trayectorias. 

Esa inmersión entre tinieblas y nieve que cae incesante tiene algo de insana, provoca cierta desazón y transmite el profundo cansancio que pesa sobre el protagonista. Pero al lector, a mí al menos, le deja la gratificante sensación de darse cuenta de que está fuera de ese mundo sombrío y aplastante, y puede disfrutar de maravillosas escenas como la de la pareja que pasa el rato en un solitario parque infantil sin más aliciente que el sentirse juntos, o las sucesivas caídas del pintor, quizá un guiño bíblico, a la espera del aguardiente. La doble presencia del lector, dentro y fuera del relato, por momentos sumergido en la narración, viendo, sintiendo, quizá sufriendo, y un segundo después a salvo en el sillón de su casa.

Mucho talento para llevar a buen puerto toda esta complejidad, mejor dicho, primero crearla a partir de algo de apariencia tan sencilla, y después desarrollarla y culminarla creando la atmósfera adecuada, solo a base de inteligencia, buena mano y una prosa limpia, sin trucos ni artificios. Vamos, calidad como para dejarle a uno a muy poco de ir a por el segundo volumen, y empezar a corregir errores.


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