domingo, 27 de enero de 2013

Semana de literatura argentina: Alejandra Pizarnik: Diarios

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2003
Valoración: muy recomendable

No nos engañemos: quien abre un diario ajeno lo hace siempre movido por una cierta curiosidad morbosa —rayana, incluso, en el voyeurismo—. Espera encontrar confesiones íntimas, secretos inconfesables, debilidades secretas; es consciente de estar cometiendo, si no un delito, una falta grave. Sin embargo, con los diarios de los escritores —y lo mismo ocurre con su correspondencia— nuestra actitud cambia: los lectores nos creemos con todo el derecho del mundo a acceder a ellos.

Quien se acerque a los Diarios de Alejandra Pizarnik con la intención de desgranar la psique de la poeta, narradora y ensayista argentina estará cometiendo un error… y seguramente se lleve una decepción. Para empezar porque, como ocurre con todos los diarios de escritores —normalmente publicados póstumamente y en este caso, concretamente, treinta años después de la muerte de Pizarnik—, la encargada de organizarlos decidió eliminar muchos fragmentos (en teoría, para respetar «la intimidad de terceras personas nombradas, aún vivas» —y, supuestamente, también la de la propia diarista—). El prólogo de Ana Becciu no aclara demasiado las razones que la llevaron a omitir pasajes completos, aunque se echan en falta escritos de alto contenido sexual —lésbico— que nos consta que formaron parte de los diarios en un principio. Independientemente de sus motivos, es evidente que los diarios, en cuanto testimonio vital, le llegan al lector irremediablemente adulterados.

Pero en el caso que nos ocupa esto no importa demasiado, porque Alejandra Pizarnik no concibió estos diarios como unos cuadernos donde anotar impresiones y pensamientos cotidianos. Para ella fueron su cuaderno de trabajo: un espacio donde crear y reflexionar sobre lo creado para avanzar en la búsqueda de un lenguaje narrativo que se nutriera de su lenguaje poético. Son un testimonio, sí, pero de un aprendizaje: el «yo» de estos diarios sufre por su incapacidad para conjugar la escritura con la vida. Descubrimos a una creadora contradictoria (metódica y caótica; segura e insegura de sí misma) y a una lectora aguda y voraz —autores tan dispares como Machado, Mansfield, Casares, Heidegger, Nietzsche, Vallejo, Proust, Huidobro, James o Apollinaire pueblan sus páginas—, al tiempo que nos es revelado su gran proyecto/obsesión: escribir una novela.
Siento un libro dentro de mí. Un libro que me atraganta. Un libro que me obstruye la respiración. Y yo no permito que salga. ¡No! Pero ¿por qué?
La prosa poética de Pizarnik hace a estos Diarios merecedores de ocupar su propio lugar en la bibliografía de su autora, quien llegó a recopilar varios «resúmenes» para su publicación. Las imágenes superrealistas que protagonizan su poesía se combinan en sus diarios con una sintaxis rota, dolorosa. Mi recomendación: ir leyendo los fragmentos a poquitos. Mi advertencia: absorben, anegan hasta el aturdimiento.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo sí creo que son unos Diarios, pese a los recortes, muy personales. El pesimismo inherente en él, las reflexiones acerca de su vida, dejan a uno tambaleándose.

Paula dijo...

Por eso digo que hay que leerlos, en mi opinión, poquito a poco. A lo que me refería es a que son unos diarios de creación en los que ella explora, busca su lenguaje, "practica" para esa novela que quiere escribir. Son unos diarios que ella concibe como obra publicable.

Paula dijo...

Pero bueno, solo es mi opinión, y esto es como los culos, que cada cual tiene el suyo ;-)

Anónimo dijo...

Yo recomendaría no leerlos de golpe por distinto motivo: no caer en una depresión. Y es que esa nostalgia y tristeza alienada que transmite con ¡21 años! trastoca a cualquiera. Además CÓMO lo transmite.

Por otra parte: no dudaría en considerar a la autora como una de las de mayor talento que he leído. Me parece genial como escritora.

Anónimo dijo...

Si se me permite cuelgo una cita de sus Diarios como ejemplo de lo que pretendo decir: "Nada. Pero no es la misma de siempre. Es, hoy, una nada henchida de presagios. Una resignación activa. Estuve pensado que nadie me piensa. Que estoy absolutamente sola. Que nadie, nadie siente mi rostro dentro de sí ni mi nombre correr por su sangre. Nadie actúa invocándome, nadie construye su vida incluyéndome. He pensado tanto en estas cosas. He pensado que puedo morir en cualquier instante y nadie amenazará a la muerte, nadie la injuriará por haberme arrastrado, nadie velará por mi nombre. He pensado en mi soledad absoluta, en mi destierro de toda conciencia que no sea la mía. He pensado que estoy sola y que me sustento sólo en mí para sobrellevar mi vida y mi muerte. Pensar que ningún ser me necesita, que ninguno me requiere para completar su vida."

Paula dijo...

Gracias por tus comentarios, Anónimo. Eso es exactamente a lo que yo y el anterior Anónimo -o eso creo- nos referíamos. Efectivamente, mejor no leerlos del tirón

Tu cita sirve también para ejemplificar la naturaleza literaria de estos diarios, que es otra de las cosas que quería transmitir con mi reseña. Si Pizarnik hubiera decidido meras notas de sus impresiones cotidianas, para mí no tendría ningún sentido leer sus diarios porque no me interesarían. Pero en estos diarios el lenguaje tiene vocación de literatura, y la literatura es tanto origen como fin. El medio, los diarios.

Paula dijo...

*hubiera decidido recoger

Paula dijo...

Por si a alguien le interesa: http://cultura.elpais.com/cultura/2013/03/21/actualidad/1363892269_536778.html

Thorwelly dijo...

No es María Elena Walsh la de la tapa?