jueves, 7 de mayo de 2015

Erskine Caldwell: La parcela de Dios

Idioma original: inglés
Título original: God's little acre
Año de publicación: 1933
Traducción (y prólogo): Vicente Campos
Valoración: muy recomendable

Dios: justo lo que he dicho cuando he leído que esta novela vendió diez millones de ejemplares en Estados Unidos. Cosa a la que, indudablemente ayudó el hecho de que fuera pasto de censura y prohibición. Claro, en los años 30 no había todas las opciones de ocio que hay hoy, ni, por supuesto, esa piratería a la que achacamos todos los males que aquejan al mundo cultural. Porque diez millones de ejemplares son muchos, los suficientes para que a este libro se le atribuyeran, si fuera publicado hoy en día, apelativos que lo alejarían de nuestros intereses. Los suficientes, también, para que, dos décadas más tarde, el cine se apropiara de la historia y la cambiara, la moderara y, casi, la pervirtiera (aunque ello sirviera para lanzar a la efímera fama a una belleza de la época como Tina Louise).
Todo ello lo explica su traductor, Vicente Campos, en uno de esos prólogos que es necesario leer, por su valor de aporte a esta edición, primera traducción al español, casi ocho décadas más tarde, pero, vamos, omito la obviedad sobre esa tardanza. La dicha es muy buena, sí. Y tanto aporta el prólogo que casi me haría el vago y os remitiría a él, pues explica mucho y, seguro, mejor que lo que yo pueda. Pero voy a intentarlo.

Ty Ty Walden es el patriarca de una familia casi premeditadamente confusa. Queda claro que es viudo y que es un granjero propietario de una extensión de terreno cultivable. Empezamos por la familia: una argamasa difícilmente comprensible de hijos, hijas, yernos, y algún elemento añadido. El que Ty Ty Walden sea un devoto granjero no impide que sus pronunciamientos rocen lo moralmente reprobable. Habla de sus hijas, Griselda, Darling Jill y Rosamond con un sentido físico francamente incómodo. La confusión se extiende: algunas de ellas están casadas con tipos que parecen más pendientes de sus cuñadas que de sus esposas. La lujuria, una lujuria volátil y de fácil resolución, flota en el ambiente. Griselda y Darling Jill manipulan a los hombres a su antojo. Darling Jill, en particular, es acosada por Pluto, chocante nombre para un patético político local de aspecto y modales grotescos (remata toda frase con la coletilla "y esto es un hecho") que cede a los caprichos de Darling Jill bajo la expectativa de casarse algún día con ella. Los varones de la familia pueden ser hijos biológicos o hijos políticos: Sack, Buck. Will (desempleado de una fábrica de manufacturas de algodón). Y hay más personajes: dos negros en condiciones de práctica esclavitud, y Dave, un hombre albino al que, literalmente, secuestran, bajo la creencia de que dispone de poderes para detectar oro bajo las parcelas de la granja.
Porque la fiebre del oro, es, junto a la tensión sexual ocasionalmente resuelta, el otro protagonista de la historia. Ty Ty Walden tiene toda su propiedad cavada de profundos agujeros en su búsqueda, tiene a toda la familia liada en el absurdo plan, que se alarga por décadas y que, obviamente, no da fruto alguno. Ty Ty tiene, además una parcela (la que da nombre al libro) reservada para dar su fruto al predicador. Pero la mueve constantemente, un día está más aquí y otro más allá, no fuera que ese oro, esas pepitas como huevos, vayan a salir en la parcela de Dios, y todo su plan se desmorone.

Dos párrafos de sinopsis, y la de cosas que me dejo. Así que mejor leed esta excelsa novela e incomodaos con la voluptuosidad de las mujeres, reíos con los descabellados razonamientos de Ty Ty, disfrutad de los diálogos, intentad ignorar su parte trágica, y pensad, como llevo yo ya unas semanas pensando, cómo un autor de tamaño calibre llevaba tanto tiempo pasando desapercibido.

También de Caldwell en UnLibroAlDía:  El camino del tabacoTierra trágica

1 comentario:

Cantona dijo...

Lo has contado con tal enfásis, que si no fuera porque no sé inglés, te pediría que me prestaras el libro. Removeré tierra y cielo para encontrarlo en nuestro idioma.

Saludos.