domingo, 12 de junio de 2016

Felix Denk y Sven Von Thülen: Der klang der familie. Berlín, el Techno y la caída del Muro

Idioma original: alemán

Título original: Der Klang der Familie. Berlin. Techno, und die Wende

Año de publicación: 2012

Traducción: Juan de Sola

Valoración: imprescindible para interesados, muy recomendable para el público general

Primer sacrilegio: intentar convencer al nada interesado (i.e. todo aquel que crea que eso del techno era música sin sentido y solo apreciable bajo el influjo de ciertas drogas) de que este tomo de casi 400 páginas es, en el fondo, una casi novela con su estructura clásica que, acarrea, necesariamente, un desenlace.

Segundo sacrilegio; comparar esa forma de testificar con uno de los (nuevos y sobrevenidos) iconos de la literatura: Svetlana Aleksiévich. Por esa manera de ir cediendo el micrófono a los testigos, en este caso párrafo a párrafo, para que incluso partes antagónicas o directamente enemistadas vayan describiendo una realidad que, cada uno con su óptica, acabe configurando en su totalidad. Gracias, por supuesto, a la intervención de los autores, que dosifican el tempo y establecen los sucesivos golpes de impacto.

Primero: década de los 80 y una ciudad dividida y bajo dos yugos separados por una pared tan física como real. El Bloque del Este en sus estertores incapaz de mantener (da igual los motivos) en pie un ideal. El Oeste, con el capitalismo infectando (perdonen la palabra) las raíces de todo lo que toca. Una ciudad en ebullición, con radios piratas, escena local, exigua comunicación, juventud inquieta y consciente de lo especial de su situación, nueva generación que ya no vive con el peso constante sobre su cabeza del porqué de ese presente, que empieza a necesitar una vía de escapatoria, algún canal desde el que expresar lo que sea: descontento, nihilismo, ganas de diversión, necesidad de cambio, ilusión. Da igual. En el otro lado del Atlántico, cuatro jóvenes en Detroit intentando crear un sonido que los aleje de una ciudad deprimida y decadente. El espíritu punk trasladado: 303, 808, formemos una banda.

Segundo: la caída del muro, el fogonazo, no por esperado menos súbito, calles nuevas para pasearse, lugares nuevos a los que acudir, sensaciones, caos, libertad repentina, administrarla, mercados que se amplían, ahora qué hacemos, celebremos. Celebremos todo. La eclosión, en medio de una maraña legal y administrativa que fue el río revuelto para ganancia de pescadores. Clubs clandestinos ubicados en cualquier local accesible donde pudiera enchufarse un par de giradiscos, una nevera para la bebida, un equipo de iluminación. Los flyers, los ravers, los dubplates, el boca a oreja. Berlín, ciudad de la libertad y del caos, de los subsidios a los creadores, paraíso del desorden que es vida porque el orden es inerte y ya sabemos con qué rima inerte.

Tercero: la onda expansiva. El etiquetado permanente de todo, Ropa, aspecto, género musical. Etiqueta y ponle precio y lo venderás. Las majors se despiertan, siempre se despiertan algo tarde, pero ahí están, alguien dijo esto es nuevo y esto es un negocio y ahí hay que acudir. A orientar, a poner talonarios sobre la mesa, a descubrir el talento, a encauzarlo, quién dijo domesticarlo, fuiste tú, bueno, suena mal, pero quedémonos con el concepto.

Cuarto: el hundimiento. Ja. Ja. Otro hundimiento. Hemos creado una estructura empresarial. Gestores. Contables. Asesores. Todo el mundo puede escoger qué parte de este pastel quiere consumir. Sonido duro, sonido blando, opción gay, opción hetero, opción todo mezclado. Las drogas, también, claro, cómo no. Expansivas, lúdicas, introspectivas. La cuestión es respetar el marco que permita el negocio, el que da acceso al otro marco. Ya sabemos que músicos, como todos los artistas, son gente de trato peculiar. Hagamos que se sientan cómodos, y todos saldremos ganando. Si fluye el dinero el talento acaba fluyendo.

Y no.

Si este libro es un epitafio o un homenaje o una crónica de una época dorada pero pretérita es bastante difícil de discernir. Puede que sea en cada momento algo de cada cosa. El movimiento del Techno arraigado en Berlín ha dejado tras de sí más testimonios vividos que registrados. Todo parece indicar que había que estar allí y este libro no pretende sustituir esa experiencia. Desde el punto de vista cultural, el aporte es notable, pues la sucesión de voces (ravers, promotores, DJ's, músicos, locutores de radio, etc.) aportan en todos los sentidos, e incluso añaden una tensión insospechada. Algo que sorprende cuando, a poco que uno esté al día sobre este sector musical, es conocida su lógica (por la desproporcionada repercusión que en su día tuvieron eventos como el Love Parade) decadencia. Mérito que cabe atribuir a los autores. Que consiguen hacer de algo tan concreto y delimitado como la movida musical de una ciudad determinada, un emblema de la ilusión de la expectativa del cambio y el desaliento que acabó tomando su lugar.

2 comentarios:

Cities: Moving dijo...

Jesus-f*cking-Christ... ¿¿¿el boca a oreja??? Lo siento, es una expresión que me hacer hervir la sangre (ya ves, por semejante tontería...).

Francesc Bon dijo...

Bueno! No parece que sea exactamente incorrecto, pero tratándose de música suena bien eso de la oreja. Gracias por el comentario.